miércoles, 17 de septiembre de 2008

CIUDAD Y SU GENTE

LOS POBRES NO VAN AL GUARAIRA REPANO, PREFIEREN LA PLAYA

La estación del teleférico ubicada en Maripérez es una verdadera vitrina de turistas criollos y extranjeros movidos por un paisaje de maravillosas dimensiones tropicales y un encanto exótico propio de una cordillera costera que resguarda el valle de una Caracas seducida por sus propios encantos.


La cola de personas que iban a abordar los funiculares era espectacular, casi interminable (25 Bs F) para el común es el costo del viaje hasta la cima de Ávila que ya no era tan mágico como su reciente pasado capitalista en manos de un grupo privado que le sacó el jugo a la inversión que hicieron para poder poner en funcionamiento lo que fue una de las maravillas de la dictadura de Pérez Jiménez y orgullo del caraqueño romántico que dejamos atrás.


Nos encontramos con unos rostros de viajeros que distaban en mucho de ser los habitantes de Pinto Salinas, allí mismo, o La Charneca, un poco más allá. Era la clase media con todos sus matices turisteando y cargando con los altísimos costos de un sistema que se supone pasó a ser la expresión socializante del nuevo estado que se construye desde la igualdad como premisa del socialismo del siglo XXI.


Una vez en la cúspide después de un maravilloso viaje de aproximadamente 15 minutos nos encontramos que el antiguo paisaje de las viejas estructuras habían sido modificados para darle paso a algunas obras que sirven de nuevos locales de restaurantes y pequeñas tiendas para vender suvenir y otras pendejadas para atrapar hambrientos.


El paisaje continúa siendo paradisíaco, de un lado vemos el infinito mar de siempre y del otro, la golpeada ciudad de Caracas con toda su carga de calamidades de todos los días.


Caminamos un poco por el viejo boulevard que conduce a los predios del imponente Humboldt y todo aquello era un maravilloso rio de personas encantadas por tanta belleza junta. De allí nos dirigimos al pueblo de Galipán, un disperso pero hermoso caserío de campesinos que tenía como fondo las tonalidades azules de un imponente mar que daba la sensación de unirse con ese cielo medio nublado que se dormía en la distancia.


Los pequeños negocios del pueblo estaban atiborrados de turistas, los restaurantes, los kioscos de flores y de todo aquellos que se pudiera vender a los encantados y circunstanciales viajeros de turno (ya vendrán otros).


Lo más sorprendente de esta pequeña aventura por el Ávila, fue el espectáculo de vehículos último modelo que se paseaban por los estrechos caminos del noble cerro cordillerano, era un verdadero desfile de belleza y marcas salvajes como expresión de una clase media derrochadora donde nunca iban más de dos personas por unidad.


¡Fantástico carajo! Nunca había visto tanto lujo en un espacio dedicado únicamente al disfrute de un ambiente sano y al esparcimiento bien entendido. Estábamos muy lejos de entender que los contrastes de la naturaleza fueron creados desde la naturaleza misma por millones de años de un silencio evolutivo que todo lo convirtió en belleza para todos.


Parecía que aquel paisaje fue diseñado por alguna empresa capitalista para el disfrute y goce exclusivo de los que más tienen y los que más pueden. En el Ávila se jodió el socialismo. El gobierno nacional hizo una compra que aún no ha beneficiado al ciudadano de a pié. Tanto es así, que los pendejos suben en jeep pagando 6 Bs F en un recorrido donde el paisaje se matiza con la caravana de rústicos de última generación conducidos por los obstinados y sufridos opositores al proceso revolucionario.


¡Qué comunismo tan arrecho! El Guaraira Repano no cambió en nada al Ávila Mágica que la burguesía mercantilista nos instauró para solo ser observado desde lejos por todos aquellos que no tienen una pelota de bolívares fuertes para pasarse un rato en su cima, mejor nos vamos pá la playa chamo, es mas barato.

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