LA ABSURDA SOLEDAD DE LA CLASE MEDIA
Presenciamos desde la acera de enfrente la marcha que un sector de la oposición realizó en apoyo a los inhabilitados por la contraloría general de la Nación por el uso indebido de los recursos del estado. Presenciamos el despliegue de sus pancartas y consignas llenas del tradicional odio y desprecio por esas instituciones de la cuál ellos formaron parte y fueron cómplice alguna vez. Presenciamos la salida, la llegada y la retirada de una solitaria marcha que estaba condenada por su tristeza a la más absurda soledad.
Como es característico de estos movimientos de la oposición, las pancartas, chupetas y otros medios usados para anunciar sus consignas y molestias estuvieron llenos de las ofensivas, groseras e incoherentes expresiones a las cuales nos tienen acostumbrados cada vez que quieren ejercer su derecho a manifestar sin mas restricción que las que establecen las leyes y de las cuales abusan y se burlan cada vez que les da la gana.
Por la avenida Universidad vimos desfilar las mismas caras de siempre, la clase media en pleno y con sus característicos atuendos de siempre, bermudas y gorritas mayameras, los costosos lentes de sol y sus banderitas de Venezuela en las diferentes y ofensivas posturas de protesta que ellos saben manejar muy patrióticamente.
No vimos ningún líder de relevancia marchando al lado de lo que ellos ahora llaman pueblo y que en el pasado llamaron “sociedad civil”. Sobre los camiones que les servía de guías el único y oscuro personaje conocido era el obeso Ricardito Sánchez con su andanada de retahílas llamando a la concurrencia a repetir las consignas que él lanzaba a los cuatro vientos.
También marcharon los pobres, algunos personajes con cara de pobre que se distinguían fácilmente del resto de los marchistas por la calidad del vestir y el costo de sus zapatos. Pobres que no sabemos las razones que los tienen en ese lado equivocado de la vida, pero pobres que no son diferentes al resto de los venezolanos que reciben los beneficios que desde el gobierno se le viene otorgando al pueblo llano por medio de los logros alcanzados desde las misiones y los programas sociales de la revolución.
La marcha nos mostró rostros anónimos pero conocidos, rostros que andaban en pequeños grupos porque el centro de Caracas era, es y seguirá siendo por siempre un lugar desconocido para esos ciudadanos que siempre han ejercido sus derechos desde la arrogancia y la soberbia de quién se ha considerado un ser superior y destinado por la santa providencia a disfrutar de las riqueza que Dios puso como gracia divina en el territorio de la patria de Bolívar.
La avenida Universidad se convirtió en el sitio ideal para demostrar la soledad absurda de ese grupo de venezolanos que siempre despreciaron al pueblo desde sus selectas urbanizaciones del este. Soledad que llevaban pintada como consigna en una mirada que escondían tras sus franelas con leyendas en inglés y sus sentimientos de terror por ver a tantos pobres juntos en espacios tan reducidos.
Fue una marcha sin inconvenientes mayores, pero llena de mucha violencia, ese símbolo que habita con la frustración de quienes perdieron sus privilegios, esa violencia que los hace unos seres solitarios en medio de un país que cambió para bien de la mayoría, esa violencia que nace desde el oligarca contra el pueblo por mantener la hegemonía del poder para beneficio del imperialismo.
Los vimos regresar apurados por llegar a la estación mas cercana del metro y confundirse entre la barahúnda humana que significa el centro de Caracas. Los vimos casi huyendo del fantasma que les nace de las mentiras que los medios les ofrecen como un producto terminado, los vimos en el mismo anonimato en que los partidos de la oposición los tienen sumidos para manejarlos luego como marionetas de sus caprichos… ¡allá van!.. Terminó la marcha, ellos no pudieron decir nada, solamente repitieron lo que les habían escrito.
¡Allá van! Absurdamente solos y sin líderes. Han marchado otra vez y nada más.
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