El llamado Paseo El Calvario tiene mas de un siglo de existencia y ha tenido momentos estelares que han trascendido sus diferentes épocas y sus momentos históricos que han inspirado anécdotas y crónicas pintadas con el mismo colorido de sus caminerías y parajes que han sido la inspiración de pintores y poetas que han sobrevivido la hermosura de su pasado bucólico y espectacular.
El siglo XXI ha resultado un afortunado momento en la historia del paseo, ya que la Caracas Socialista se ha ocupado de devolverle a sus espacios el colorido magnifico que rima los verdes y los claros transparentes que se escapan como vagabundos por los accesos inóspitos de las palabras que se atardecen con el paisaje.
El proceso de recuperación de los espacios familiares del paseo tiene que ver con una realidad humana que afecta a los caraqueños y que consiste en la falta sitios donde encontrarse con lo natural y el calor humanístico que ofrecen las flores en el perfumamiento del humor y el amor.
El Calvario está recuperando su poesía, las tardes son anaranjadas como se la inventaron sus pintores y cada trazo de luz es como una pincelada de palabras que los poetas dejan pasar por el tiempo mientras sueñan.
Los jardines están recuperando el atractivo que llama a los pájaros a pasearse sobre sus flores y las caminerías vuelven con las parejas de enamorados que se beben el amor en lo clandestino de la arboleda.
La plaza del Bolívar napoleónico de los sirios con su caracol infinito que se recorre en dos palabras, ya no es el sitio solitario e inseguro que tantos temores causaba, ahora es una correría donde los carajitos se inventan carreras para alcanzar al Sol y lanzárselo a las nubes que se largan con la tarde.
El viejo Calvario retador se levanta del olvido y se encuentra con los niños para mirar a la Caracas extenderse a lo largo de sus años de cuando el reloj ciprianero decía la hora cada vez que nacía un sueño.
El paseo está recuperando su verde viento y esas pequeñas ramitas pisadas en antaño por los pies guerreros de Carapaica o por la soberbia del patriota Manuel Bermúdez quién murió alguna vez en manos de lo casual.
La Glorieta aún está herida por el tiempo, son más de 120 años contando mariposas y cantando fiesta infantil los fines de semana, el Colón se marchó sin carabelas y sin gloria hacia el mar de lo posible donde ya no hay nada que descubrir.
El Calvario está recuperando sus mañanas de paraulatas domingueras y los escenarios de los titiriteros bohemios que de lugar en lugar se fueron fundiendo con Las cálidas travesuras del tiempo.
El sabor de la revolución tocó el paisaje del pequeño pulmón del centro de la ciudad, ojalá el ciudadano entienda que ese es su espacio y el lugar perfecto para sombrear la piel de los hijos y mirarse en el espejo de agua de los días de asueto.
Ahora falta que se termine lo que hasta ahora ha sido la noticia más edificante para la pequeña capilla de nuestra señora de Lourdes y la recuperación definitiva de la estatuaria que alguna vez recitaron los poetas barbudos de las tardes quienes también dijeron del encorvado Arco de La Federación y su Mariscal Falcón como guardián de la Caracas gomera.
Esperemos que El Calvario tenga el valor de la Caracas Socialista y no sea ya solo el camino de algunos vecinos del Guarataro, si no también en la ebriedad colorida del ciudadano que necesita de un rato de paz para soñar despierto.
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