El respeto por lo que piensan y dicen los demás, comienza por ser reciproco, es decir, empieza por el respeto que los demás sienten por las cosas que uno piensa y dice, esa es la razón de ser de la tolerancia en democracia, hacer lo contrario significa que aún no hemos entendido ni superado un pasado que no termina de pasar.
Es el caso de los seguidores de la oposición, quienes ya no recuerdan lo que era Venezuela hace diez años, es como si hubieran nacido apenas ayer y que el pasado es solo una referencia cíclica que solo sirve para celebrar sus fiestas de cumpleaños.
En un vagón del metro de Caracas, en una mañana repleta de los mismos problemas de todos los días, un par de muy distinguidas señoras vienen conversando en voz alta sobre las ineficiencias del gobierno y fundamentalmente de las carencias actuales de los hospitales públicos y los pésimos servicios que le prestan a los ciudadanos.
Ambas damas sacaron a relucir lo mejor de su repertorio en materia de odio y racismo actualizados desde los espacios de Globovisión (el mismo libreto de siempre) y la emprendieron contra los CDI y las clínicas Populares teniendo como victimas de sus malas lenguas a los médicos cubanos y a los profesionales venezolanos graduados tanto en Cuba como en Venezuela enmarcados en Barrio Adentro.
Pues bien, para una de ellas los médicos graduados en Cuba eran unos flojos que no habían estudiado lo suficiente para ejercer una carrera tan delicada como esa, ya que es mentira que la medicina cubana sea de calidad, cosa muy distinta es la de los sacrificados médicos venezolanos quienes tienen que quemarse las pestañas durante ocho años para poder optar por un titulo bien ganado.
Para la otra dama, el asunto es que gracias a las clínicas los venezolanos gozaban de buena salud y que motivado a la eficiencia de estas instituciones, ahora el gobierno estaba pensando en pasarlas a manos del ministerio de Salud, para perjuicio de la clase media.
Así, de esta manera, las dos damas recorrieron sus fanáticas fantasías antichavistas en un viaje desde la estación Zoológico hasta El Silencio llegando incluso, a sacarle un coñazo de madre al mismísimo presidente Chávez como una demostración de que la libertad de expresión es cosa de los medios y no de las personas.
Fue tal la demencia de aquel dialogo absurdo, que para colmo la cogieron con las madres del barrio llegando a llamarlas “señoras con caras de malandras” que recorren las estaciones sin hacer nada y como era de esperarse las deficiencias del Metro eran culpa de Chávez por no pagarle a sus trabajadores.
Pero no conforme con la catajarra de mentiras que se venían profiriendo entre ellas, vinieron luego las comparaciones con las primas, sobrinas y hasta hermanos que tenían en España, Estados Unidos y otras naciones desarrolladas donde vivían esos personajes en unas condiciones sociales dignas de ser envidiadas por nosotros, comunes mortales habitantes del tercer mundo.
En fin, nunca un viaje en Metro resultó tan atormentador como aquel de aquella imposible mañana donde una tercera dama hace su intervención en aquella locura de disociación colectiva en la que veníamos desde nuestras casas a nuestros trabajos creyendo que nuestra capacidad de asombro ya estaba superada, pues no, las lenguas de esas tres señoras eran mas fuerte que la paciencia de ese vagón repleto de trabajadores y trabajadoras victimas de aquel acto de miseria humana.
La tercera señora que interviene en esta locura es mucho más radical que las dos primeras, acusando al gobierno de estar construyendo una bomba atómica junto con los Talibanes para desaparecer del mapa al pueblo de Israel y que el uranio sale de Venezuela para Irán en buques petroleros y que además, esta información ella la obtuvo por intermedio de una hermana suya que vive en Miami casada con ex trabajador de PDVSA.
“los pobres votan por Chávez porque éste les mata el hambre con Mercal” fue la cosa que mas afectó el ánimo de los obligados oyentes quienes al oír semejante afirmación se voltearon a mirar a la descarada embustera y alguien la mandó a irse a su casa a prepararle el almuerzo a su marido y que matara la flojera hablando menos paja.
Fue un viaje terrible, el vagón parecía un escenario de guerra creado por el ambiente que generaron tres solitarias personas enemigas del gobierno, y suponemos que consecuentes televidentes de Globovisión, quienes atacaron sin piedad lo mas exitoso de la gestión del gobierno revolucionario mediante la mas sistemática campaña de infamias para descalificar al proceso revolucionario con la aplicación de radio bemba en esos espacios donde ellas no consiguen oposición pública, ya que el vagón de los asientos azules donde viajan los usuarios de la tercera edad, fue el escenario donde realizaron su tormentosa labor propagandística a favor de los que nunca mas volverán.
¿Ustedes tienen una idea de lo que sucedería con nosotros si esas personas fueran gobierno alguna vez? ¡Esperamos que eso no suceda más nunca!
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